Ritual.
Un tumulto de gente se apiña frente a una vieja casona. Agitan banderas y entonan estruendosos cánticos de guerra. Sus voces retumban, suenan como guerreros furiosos, capaces de hacer temblar al más bravo de los enemigos. Cubren sus cuerpos con una prenda negra, en cuyo centro se delinea, en trazos blancos y negros, un rostro. Sus uniformes los identifican como parte de un ejército particular. Una luz de alegría recorre sus jóvenes rostros. Se encuentran en medio de una celebración que perturba la monotonía de un mediodía sabatino, alumbrado por un cielo blanco que no deja ver el sol. El bombo compite codo a codo con las voces por hacerse oír. De repente, un llamado los convoca al interior del edificio y la celebración se traslada. A pesar de no ser chica, la casa está desbordada. En una pequeña sala se ha concentrado el carnaval. El volumen aumenta y el calor comienza a apretar los cuerpos, lo que parece enardecer a los jóvenes soldados. Lejos de disminuir, sus energías parecen aumentar. La casa vibra. El motivo de semejante algarabía es la conquista de un nuevo cuartel. En lo alto de la fachada del edificio, un cartel reza “Corriente Peronista Descamisados. Nacional, Popular y Revolucionaria”. Es 12 de octubre y se inaugura en Paraná una nueva casa de la militancia.
En la muchedumbre de la pequeña sala se abre un espacio para dar lugar a los oradores que han venido desde distintos puntos para esta particular ceremonia. Entre ellos se encuentra Julian Froidevaux, referente de la Corriente Peronista Descamisados a nivel local; Marcelo Koenig, referente de la agrupación a nivel nacional; Sigrid
Kunath, en aquel entonces candidata a senadora por el oficialismo en Entre Ríos; Jorge Barreto, candidato a diputado del urribarrismo; Blanco Osuna, intendenta de la ciudad de Paraná; Pedro Báez, ministro de Comunicación y Cultura; Julio Solanas, secretario general del Sindicato de Empleados de Comercio; Daniel Ruberto, diputado provincial; y el historiador y militante peronista Ernesto Jauretche. La presencia de tan diversas personalidades de la política deja ver la importancia que tiene la inauguración de una casa de militancia, un evento de este tipo no pasa desapercibido, es la conquista de un espacio, y la posibilidad de expandirse, de llevar a cabo las conquistas que faltan.
Trinchera.
En diálogo con Matías Podestá (18), referente de estudiantes secundarios, sostuvo que para que exista una casa de la militancia primero debe existir una agrupación política fuerte, que necesite un espacio propio y pueda sostenerlo económicamente. Una vez que estas condiciones existen podemos intentar explicar el significado de una casa de militancia. Para ello debemos tener en cuenta cinco ideas que son fundamentales: homenaje, formación, debate, compañerismo y organización.
Que este lugar de militancia sea una casa no es casual. Durante los ’70, la persecución que ejercían los militares sobre los militantes políticos, los obligaba a reunirse clandestinamente. Estos lugares de reunión solían ser las casas de los mismos militantes, que dejaban de ser hogares para convertirse en focos revolucionarios, puntos estratégicos de batalla donde se organizaba la resistencia. Y esta idea es retomada en la actualidad por las agrupaciones militantes juveniles, ya no desde la clandestinidad pero si manteniendo la característica de ser puntos estratégicos de organización. Por eso se puede pensar la casa de la militancia como un homenaje a los militantes setentistas que ofrecían sus casas, sabiendo el riesgo que esto implicaba, para gestar una lucha en la que no solo creían sino por la que estaban dispuestos a entregar sus propias vidas.
La existencia del espacio de debate es clave en la militancia política. Si no hay discusión de ideas no hay enriquecimiento intelectual, y el conocimiento se vuelve doctrinario. Es muy importante poner en cuestión los temas que generen discordias para detectar el mejor camino a seguir, para poder creer en ello y por supuesto para poder defenderlo a capa y espada. De no haber debate, las diferentes opiniones que no encuentren resolución o al menos acuerdo, corren el riesgo de ser generadores de rupturas dentro de la organización y es allí donde se debilita. El debate es fundamental para una organización y uno de los espacios en que se da es la casa.
Para el buen funcionamiento de una organización política fuerte es importante que exista el compañerismo, la unión entre los participantes refuerza la cohesión y por supuesto la militancia, además de hacer más agradable las actividades grupales. Cada participante tiene su propia historia personal y lógicamente tiene una vida por fuera de la militancia. La casa es entonces un lugar donde esas vidas son compartidas entre los miembros de la organización, es lo que los hace diferentes, y en el reconocimiento de esas diferencias es donde se van conociendo, las diversas realidades e historias de vida, y en este conocerse mutuamente se van enriqueciendo, aprenden, comparten. Por eso la casa también es un lugar donde se comparten risas, llantos, charlas, comidas, ideas, que van construyendo en la organización un lugar de pertenencia, un lugar que el militante siente como propio, y a la vez, como colectivo, se identifica a sí mismo y a sus compañeros, deja de ser un individuo para ser parte de algo más grande, algo en lo que cree y defiende.
Otra función que cumple este bastión es el de brindar un espacio para la formación. Es habitual encontrar en las casas militantes bibliotecas con textos representativos de la correspondiente ideología, así como textos de historia y demás libros que puedan aportar al funcionamiento de la agrupación. También es un espacio de formación de cuadros y esto puede prestar a la confusión de una casa con una unidad básica. Éstas surgen durante el primer período del peronismo y su función era exclusivamente social, se enseñaba a leer, escribir, utilización de elementos de trabajo, etc. Hoy por hoy las condiciones sociales han cambiado así como también la función de las unidades básicas. En la actualidad también encontramos en ellas bibliotecas, se siguen formando los cuadros pero también es un lugar estratégico de contención social, donde el vecino puede acercarse con sus inquietudes, donde los militantes puedan formarse, los hijos de vecino encuentren apoyo para continuar estudiando y un espacio donde comiencen a transitar su vida política. También es un lugar de intercambio, desde allí se organizan actividades barriales recreativas para lograr una articulación entre la política y el barrio. Es decir, la unidad básica es un lugar estratégico de militancia sectorizada. Y esta es la principal diferencia con las casas de militancia, que son lugares de organización. Los militantes pertenecientes a una agrupación se encuentran formados y o bien están en proceso de formación, y su radio de acción no se circunscribe en los alrededores de la casa, sino que trabajan desde sus lugares de pertenencia, es decir, la escuela, la universidad, el barrio en el que viven. La importancia de la casa se hace notoria cuando vemos que la militancia de estos jóvenes está dispersa. Es fundamental la coordinación del trabajo para lograr resultados efectivos y para ello es necesario un espacio en el que se puedan llevar a cabo los cinco puntos mencionados: debate, formación, homenaje, compañerismo y organización.
Insurrecciones.
Un logro indiscutible del kirchnerismo es el retorno de la juventud a la participación política. Pero tratar de identificar como se logra esto es una ardua tarea.
Desde antes de 1976, las intenciones de acallar las diferentes voces se hacían notar con la Triple A. Luego, la dictadura militar se encargó de reprimir, perseguir y silenciar todo tipo de militancia juvenil a fuerza de balas, torturas y desapariciones. Una vez terminado este proceso en 1983, la democracia retorna pero la militancia juvenil había sido sesgada. El “vos no te metás” había echado raíces y la participación era algo peligroso, los padres temían por la seguridad de sus hijos y trataban de evitar que se metieran en política. Aunque la dictadura y las desapariciones habían terminado, durante muchos años el grueso de la juventud permaneció al margen de la militancia. Y esto no sólo era correlato de la represión, sino que además se le sumaba la falta de identificación con un proyecto político integrador. Y la persona que entendía esto a la perfección era Néstor Kirchner. Él, que había resistido la dictadura, que siendo un joven militante estuvo en la clandestinidad, tenía una visión tan clara del panorama que se estaba atravesando y sabía perfectamente hacia donde quería dirigir el rumbo del país. Y esto lo plasma en su discurso de asunción el 25 de mayo de 2003:
“…nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. […]
[…] Concluye en la Argentina una forma de hacer política y un modo de cuestionar al Estado. Colapsó el ciclo de anuncios grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza permanente.
[…] Ningún dirigente, ningún gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio. Desarmado de egoísmos individuales o sectoriales, las conciencias y los actos deben encontrarse en el amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde desde muchas ideas pueda contribuirse a una finalidad común.
[…] Este proyecto nacional que expresamos, convoca a todos y cada uno de los ciudadanos argentinos y por encima y por fuera de los alineamientos partidarios a poner mano a la obra de este trabajo de refundar la patria.
[...] Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos. Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales. Pero sé y estoy convencido de que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país que nos merecemos los argentinos.
Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo.”
Con este discurso Néstor marca el camino que seguirá su gobierno y con sus acciones poco a poco va llamando la atención de jóvenes que en el 2001 vieron el caos, la desesperanza, la angustia, la ausencia total de contención por parte del Estado y la política. Comienzan a ver una luz de esperanza en el gobierno de Néstor, comienzan a encontrarse. El sueño que viene a proponer Néstor no es un sueño individual, es colectivo, el sueño de muchos argentinos que estaban hartos, que no se hallaban, que no se identificaban. Propone la construcción conjunta, el reconocimiento de las voces que estaban acalladas. Se da cuenta que la brutal represión de 2001 no puede volver a ocurrir y esto abre espacios para todos los que quieran ser oídos y garantiza que no serán acalladas. En este marco las diferentes voces comienzan a hacerse oír y las juventudes de distintos espectros sociales comienzan a tener una participación que les había sido negada no solamente desde lo físico sino también desde el discurso. El efecto de adormecimiento producido por la dictadura ve su fin en 2003. Y hoy a 10 años de este discurso que sembró las semillas de la esperanza y la participación, vemos los frutos traducidos en participación social. Que los jóvenes puedan votar a los 16 años no es casual, fue una conquista de la juventud que se hizo sentir, que dijo “acá estamos, queremos decidir, queremos participar”. La proliferación de centros de estudiantes secundarios y la sanción de una ley que los proteja no son hechos casuales, y mucho menos la cantidad de nuevas casas de militancia que han abierto sus puertas en esta última década. Todo esto forma parte de un proyecto de país, aquel que tenía Néstor en 2003, y que hoy continúa Cristina, cuya columna vertebral hoy es la juventud. No hay acto militante en que los jóvenes no sean los grandes protagonistas y esto tampoco es casual. Hay un convencimiento. La juventud cree, volvió a creer y va a luchar con uñas y dientes para que nunca le arrebaten aquello que ha conquistado. Se han convertido en los guerreros del nuevo tiempo.
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